04 agosto 2017

Dunkerque: Salvamento del cine bélico.

Dunkerque es una obra maestra del cine bélico. Capaz de sumergirte en la batalla que sabes que vas a perder porque no puedes derrotar a la muerte invisible que merodea en los arenales de la playa, que revolotea en el cielo y que te destrozará a dentelladas en el mar.

Si durante la primera Guerra Mundial los generales se enorgullecían de que al enemigo había que
matarlo en la lucha cuerpo a cuerpo y no soportaban matar a larga distancia, en 1940, el enemigo
se ocultaba hasta lograr la invisibilidad. Tiempos lejanos aquellos de 1912, cuando el influyente ministro de Marina alemán, el gran almirante Alfred Tirpitz, insistía en dotar a los barcos de guerra de espolones de abordaje.  



La playa de arena más grande de Europa se transforma en un escenario magnifico para comprender uno de los episodios decisivos en el curso de la segunda Guerra Mundial. Considero a Christopher Nolan uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos. Me impresionó con El Caballero Oscuro, por su capacidad de otorgar a la historia de Batman un sello propio, un estilo de vertiginosa acción desde el primer minuto de la película, para adentrarnos en la historia repleta de dilemas morales y que remata con una sorprendente renuncia al reconocimiento de los héroes. En Dunkerque, a los héroes que combaten, los consuelan sus familias. El rescate es físico y psíquico. Tienen que ser rescatados moralmente de la derrota en la batalla de Dunkerque para que sigan combatiendo y, una vez salvados de la ratonera en que se convierte el Canal de La Mancha, consigan la victoria en la segunda Guerra Mundial.  En cierto modo, actúa como la separación de las aguas del Mar Rojo. 


Ahora, en junio de 1940, los héroes de Dunkerque son las familias, los padres, los hermanos que acuden en masa a rescatar a sus soldados antes que sean masacrados por los invisibles nazis. Nolan no quiere mostrar al cruel enemigo. Una lluvia, de majestuoso simbolismo, cae en forma de panfletos al comienzo de esta sensacional película. Son como mariposas que se balancean sobre las los cascos de los aliados. Nos deja boquiabiertos la advertencia de que están acorralados y que no hay escapatoria. Las ráfagas de ametralladoras se ocultan tras la impresionante banda sonora del fiel Hans Zimmer. 


Nuestro corazón, nuestro cerebro no tardan en comprender en tan sólo un par de minutos que la suerte de la batalla para cerca de 400.000 soldados británicos, franceses, belgas y holandeses, está echada. La muerte puede sorprenderlos en cualquier momento: ametrallados, bombardeados o torpedeados. El espectador siente la asfixia en medio de un torbellino de violines que convierten la banda sonora en una apoteosis audiovisual de la batalla. 


Nolan, consigue arrojarnos entre esos soldados sin escapatoria.  Apiñados como esas fichas de dominó que caen apiladas, unas encima de otras, Los soldados, con apenas diálogos, incluso entiendes que no los haya cuando una palabra escuchada puede suponer la vida o la muerte, nos transmiten la desesperación, la lucha por la supervivencia. En cambio, los familiares que acuden a salvar a sus hijos y a sus hermanos con embarcaciones comerciales, de recreo, de pesca,  son la única esperanza frente a los Stukas alemanes que  bombardean desde el cielo e incluso frente a los torpedos que destrozan cualquier intento de socorrer a los náufragos. Es una esperanza frágil, pero es un milagro que en menos de una semana más de 250.000 soldados fuesen evacuados a las costas británicas. Nolan se centra en los héroes británicos, tal vez, olvida resaltar el papel que muchos franceses tuvieron en esa heroica odisea. 








Frente a los poderosos bombarderos alemanes los británicos defendían la evacuación con los ágiles cazas Spitfire. Las hazañas de los pilotos de esos efectivos aviones quedan patentes por Nolan en esa escena de vuelo sin motor que se eterniza (me recordó otra escena de la mítica la película El paciente inglés: el amor en la guerra). El piloto Tom Hardy permanece con su máscara de aviador y oculta su rostro. Nolan quiere que los actores sean secundarios frente al potente significado de las imágenes.
El cine superando a los diálogos. El milagro de Dunkerque.






Jamás hemos contemplado en el cine el horror que sienten esos débiles soldados ante la guadaña invisible de los nazis. El heroísmo de los británicos que, criticaron la decisión de Winston Churchill de no enviar más fuerzas de rescate para disponer de suficientes efectivos que impidiesen la previsible invasión de Gran Bretaña, cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.
Dunkerque, también cambiará el rumbo en la carrera de la 90ª entrega de los Oscar. Es previsible que arrase.




     

  

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