Un deportista prodigioso ha logrado un repóker de títulos
de Roland Garros y se ha convertido, de nuevo, en el
mejor tenista del mundo.
Hemos visto sus lágrimas tras su triunfo el Paris, frente
al sueco Soderling. Mientras lloraba se enjugaba el llanto y
lo ocultaba con una de esas toallas que parecen inseparables
de los tenistas. Tal vez, pensaba que, justo un año antes,
fue derrotado por el mismo rival. Algunos, poco conocedores,
del caracter de Rafa, dudaban de que volviera a ser el mejor.
Nadal se ha emocionado como nunca, mientras sonaba el himno
español y ondeaba en lo más alto la bandera nacional. Ha
superado un año muy dificil por problemas físicos y personales.
A medida que avanzaba el torneo los cruces aventuraban
una final con aires de revancha. Se ha desquitado ante el
y ha recuperado el trono. Vuelve a reinar en la tierra de
París. El público parisino se ha rendido ante nuestro genial
tenista. Nuestro lider, nuestro genio de la lámpara.
Nadal parece un tenista sobrenatural, mítico, y nos
sugiere ser de ficción. Pero que con sus lágrimas nos
prueba que, en realidad, es humano.
Por cierto, muy pronto, esperamos disfrutar también
con otro de nuestros lideres: Alberto Contador,
extraordinario ciclista que aspira, también en Francia,
a ganar el Tour, a partir del mes de julio. Más ejemplos:
casi rutinario es el liderazgo que ejercen nuestros
pilotos en las pruebas de motociclismo.
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