El gran apagón.
A las 12,32, del lunes 28 de abril, la incomunicación se
extendió por todo el país. Los teléfonos dejaron de funcionar ante la falta de
suministro eléctrico. Causas desconocidas sobre el insólito colapso atenazaron
a millones de personas. Atrapadas en vagones de trenes y en ascensores
desconocían cuando iban a ser rescatadas. Un escueto comunicado del presidente
del gobierno, cinco horas y media después, no aclaró qué fue lo que provocó el
gran incidente eléctrico. Tras escuchar a Sánchez comprendí que nos quedamos a
dos velas. Pude informarme de la situación apocalíptica gracias a un viejo
transistor que conseguí alimentar con unas pilas, y supe que algunas
zonas del norte empezaban a recuperar el servicio de electricidad y con
ello la esperanza avanzaba entre la angustia y la desesperación de miles de
personas que no podían regresar a su hogar.
Al anochecer, alguna emisora de radio aventuraba como una
posible causa del gran apagón un fenómeno conocido como "vibración
atmosférica inducida". Tampoco descartaban que se debiese a un sabotaje
como un ciberataque. Creo que todo se debe a que hemos sido desconectados
de Francia. Ese cordón umbilical energético ha sido seccionado. No sé por
quién. No sé a causa de qué.
Ahora, a las 9 de la noche, ya es patente: Sin energía somos
pobres. Carecemos de ese bienestar del que alardeamos. Sí damos al interruptor
y no se enciende la luz nos invade el caos. Creo que vamos a buscar unas velas
para no quedarnos a oscuras. Una noche "candlelight" se avecina y un
toque romántico nos ilumina. También se atisba que en otros lugares
se va haciendo la luz.
Pasadas las 11 de la noche el presidente sigue sin saber las
causas del apagón. Dice que en cinco segundos se produjo una desaparición de 15
Gigawatios, el 60% de la demanda del país.
Triste explicación para una noche tan oscura. Eso sí, sin
contaminación lumínica.
Pasada la medianoche se hizo la luz. Apaga y vámonos.
Siempre amanece...
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