07 julio 2013

Las marionetas del buen cine: La mejor oferta.

Tras disfrutar de una estupenda película como LA MEJOR OFERTA de Giuseppe Tornatore (ganador de un Oscar con Cinema Paradiso), comienzan las preguntas y las explicaciones sobre escenas que tienes grabadas en el cerebro. Cierras los ojos un instante y la mente vuelve a proyectar los rostros de los actores y los lugares (Praga) está en el epicentro del recuerdo y del fundamento para crear un misterio que lo aclara todo. Las piezas se acoplan y el mecano crece y el ser humano, al mismo tiempo, se derrumba.

Falso, todo es falso. ¿El amor verdadero ni se compra ni se vende?. ¿El que mejor conoce nuestra debilidad es nuestro fiel escudero?. ¿Podemos negarnos en lo más profundo de nuestro corazón a reconocer una mentira que asumimos como verdad anterior e interior?. El cineasta italiano recoge a los actores y como piezas de un autómata levanta una obra de cine negro, con dosis de morbo que administra con rigor hasta crear la irresistible adicción a la pasión amorosa desconocida, pero soñada.

El gran Geoffrey Rush con su flema y astucia  es capaz de destapar cualquier fraude en una obra de arte y gracias a ello es un prestigioso evaluador de tesoros artísticos. Parece subido en un pedestal al que nada ni nadie puede acceder. Es tan desconfiado que teme picar cualquier anzuelo.


Sin embargo, la belleza femenina es un talismán tan irresistible que si es misteriosa y desvalida irradia un poder absoluto sobre un hombre encerrado en su castillo de arte y riqueza. La tentación vive arriba y se esconde.

Un trastorno como la agorafobia es presentado con un ritmo pausado y balanceándose en la música de Morricone con efluvios de otras obras como "Érase una vez en América", nos traslada a la impresionante trama de Vértigo, ( o De entre los muertos). La comedia late a través de la alta sociedad que acude a las subastas de arte y contrasta con el misterio de las mansiones abandonadas.Y en el justo momento, aparece la mujer, la belleza de Sylvia Hoeks. Tan ligada a la belleza de Praga...?






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